(En la campaña de Chihuahua, en la División del Noroeste y después de recuperar precisamente esta ciudad de los villistas)...
Al día siguiente salimos acompañando a Treviño (Jacinto Blas Treviño) para Ciudad Juárez y por Estados Unidos a Piedras Negras, cruzando la frontera en Eagle Pass in-bond, por lo tanto nos permitieron a Treviño como a los pocos miembros oficiales que lo acompañábamos, que lleváramos nuestras pistolas.
En Ciudad Juárez, estuvimos dos días.
Voy a relatar lo que me pasó en una taberna que se llamaba El Paso del Norte, en El Paso, Texas, donde había una barra muy grande, pues entonces no existía el "estado seco" en Texas ni en Estados Unidos. En aquella barra bailaba, exhibiendo las magníficas piernas y más de la mitad de la pechuga, una artista de cine de aquellos tiempos, se llamaba Clara Bow.
Se sentó junto a mí en la barra a beber cerveza y a gozar de aquel relajo, un gigante texano con su sombrero clásico. Yo usaba uno igual, y como el tejano me oyera hablar en español, me dijo en su idioma pocho que ese sombrero tejano no era para los mexicanos bandidos, grasientos y villistas. Yo le contesté que yo sí era mexicano, pero que no era ni grasiento ni villista, que era de las fuerzas constitucionalistas que mandaba don Venustiano Carranza. El tejano se me aproximó más estando ambos sentados en los altos taburetes frente a la barra, y me dijo: "Cómo te atreves a contestarme, hijo de perra, si yo de un manazo te puedo apachurrar la cabeza; aquí no estás en tu tierra de ladrones".
Debo decir que en aquel tiempo se nos odiaba mucho en Texas, pues Villa había asaltado Columbus, en el estado de Nuevo México y la expedición punitiva que mandaba el general Pershing estaba en el estado de Chihuahua. Por las dudas yo agarré un palillo, pero no un palillo de dientes, sino un palillo muy duro, largo y grueso, de esos que ponían en los bares tejanos en aquel tiempo para ensartar la botana y que estaban pintados de colores, eran de una madera muy dura y con una punta muy aguda. Tanteé mientras tanto las puntas del palito, y por más que quise doblarlo con la yema de mi dedo no lo logré, y comprendí que los tales palitos me podían servir en un momento dado de defensa contra el gigantón, si me portaba yo valiente y astutamente.
Siguió la música ruidosa y Clara Bown pasón frente a los dos, casi desnuda.
Al pasar frente a mí, que era muy joven, me hizo una marcada coquetería, bastante obscena por cierto, y yo le acaricie un tobillo. El gigante tejano se volteó y me cogió del cuello, de la corbata pues yo portaba una traba semicivil que llamaban cazadora y con la cual se usaba corbata.
Al tiempo de jalarme el texano la corbata hacia adelante y decirme: "Hijo de perra, chingado madru", yo como el mejor de los toreros cuando se lanza a volapié, con toda la fuerza de mi brazo le ensarté en el ojo izquierdo aquél punzón de madera. El tejano dio un alarido y cayó tan grande como era hacia atrás, y rápido como el viento mi piré de la cantina, tomé un coche de caballos que mediante un tostón americano me cruzó la frontera para Ciudad Juárez...
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