viernes, 11 de mayo de 2012

López Mateos, logrero de la Revolución

Permítaseme una digresión. 


Corre el año de 1915, los villistas irrumpen con furia en Icamole, en cuya batalla le dan a mi caballo que cayó sobre de mí. Este hecho me salvó la vida ya que me creían muerto.

Yo pasé a disfrutar de "vacaciones" al hospital militar Bruno Gloria, que estaba a cargo de una monja (madre Sara) más o menos retirada, que me trató muy bien.

Después de estos combates y de mi restablecimiento, fuimos comisionados por el general Jacinto Blas Treviño, mi hermano, el general Samuel N. Santos y yo como potosinos, para ir a recibir al general Obregón a la ciudad de San Luis Potosí, Samuel con la representación de Treviño porque era su jefe de estado mayor.

Ese mismo día llegó mi general Obregón procedente de Aguascalientes y nos reunimos con él y con el general Gabriel Gavira, quien había sido nombrado gobernador y comandante militar de San Luis por el mismo general Obregón.

Samuel y yo dimos las gracias al general Gavira por haberle puesto el nombre, a una de las calles de San Luis, de nuestro hermano y jefe el general y licenciado Pedro Antonio Santos, nombre que después le quitaron los reaccionarios sinarquistas "curros" de San Luis Potosí, que llegaron a tomar el poder militar con un tal doctor Nava a la cabeza, acto que fue consentido por Francisco Martínez de la Vega, nombrado gobernador por el licenciado Adolfo López Mateos, a la sazón presidente de la República.

Hasta la fecha (en que se escriben estas memorias), a pesar de las protestas de los revolucionarios y de las clases trabajadoras, esa calle no ha recuperado su nombre, el de Pedro Antonio Santos, defensor del señor Madero hasta ponerlo en libertad bajo fianza y organizador de la fuga del Apóstol, y el mismo Pedro Antonio, mártir de la Revolución, pues don Gustavo Madero y él fueron los dos primeros diputados de la 26 Legislatura que asesinó Victoriano Huerta.

Esta responsabilidad caerá sobre el licenciado Adolfo López Mateos quien no sabe ni está obligado de ninguna manera a respetar los principios de la Revolución Mexicana, por la cual no puede sentir ningún cariño y con la cual no le puede ligar ningún sentimiento, pues sus primeros pininos políticos los hizo adherido a la candidatura contrarrevolucionaria del licenciado José Vasconcelos y, después de la derrota del vasconcelismo, abandonó a su jefe y a sus compañeros de ese partido, y no tuvo empacho en adherirse como amanuense al callista más incondicional de don Plutarco, mi amigo Carlos Riva Palacio.

El señor licenciado López Mateos es sólo, pues, un logrero de la Revolución, un buen orador de paraninfo y un declamador profesional. López Mateos es uno de los primeros presidentes de la República que se sentó a la mesa puesta de la Revolución, sin haberle costado ningún trabajo llegar a tan alto puesto y sin que lo postulara ni una docena de ciudadanos mexicanos, y sólo por un traicionero dedazo que dio Adolfo Ruiz Cortines, también logrero, pero simulador de la Revolución.

Pues bien, pido disculpas por esta digresión pues quise explicar en ella que la calle Pedro Antonio Santos no llevaba su nombre porque se lo hubiera impuesto mi hermano el general Samuel M. Santos, cuando tuvo el poder militar y político de San Luis Potosí ni mucho menos por mí que llegué al mando del estado mucho después, y que fue un acto de justicia revolucionaria del muy revolucionario general Gabriel Gaviora con la anuencia y presencia del general Alvaro Obregón.

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