miércoles, 16 de mayo de 2012

De cómo Obregón le perdonó la vida a Jesús Silva Herzog

Continúo con mi narración.


Una vez que mi hermano el general Samuel M. Santos dio cuenta al general Alvaro Obregón del Estado de la campaña en Icamole, el general (Obregón) dispuso que saliéramos al día siguiente para darse cuenta él mismo de esa situación militar en Icamole, y para darle órdenes personales a Jacinto Blas Treviño para la continuación de la campaña.

El general Gabriel Gavira dio cuenta al general Obregón de un joven estudiante reaccionario simpatizador de Huerta que iba a ser fusilado esa noche, lo que el general Obregón aprobó inmediatamente.

Como nosotros somos potosinos quisimos enterarnos de quién iba a ser el "quebrado" y el general Gavira nos leyó una lista entre los que estaba Jesús Silva Herzog y cuatro o cinco más y en eso estábamos cuando llegó una comisión de caballeros todos vestidos de oscuro, y muy formales, casi todos llevaban bastón, cuellos altos y duros, de los que usaban en aquel tiempo los hombres del altiplano que tenían posibilidades. Iban encabezados por un súbito español de ideas liberales que se llamaba Ismael Salas (padre de Ismael Salas, que después fue gobernador de San Luis Potosí).

Fueron introducidos estos señores en el carro Siquisiva, residencia ambulante en campaña del general Obregón. El manco los recibió de pie. El general Gavira, Samuel y los demás nos pusimos también de pie. "¿Qué se le ofrece señores?", dijo el general Obregón carraspeando, pues esa costumbre tenía cuando le salía lo felino a la piel. Esto lo dijo sin invitar a nadie a sentarse. El español don Ismael Salas habló primero y le dijo al general Obregón que, aunque español, era antimonárquico en España y liberal y, por lo tanto, simpatizador de la Revolución Mexicana, que ostentaba el grado 33 de la masonería mexicana, y que iba en nombre de ésta a pedir que no se fusilara a esos jóvenes.

El general Obregón, antes de contestar, leyó varias notas que no sé quién se las habría dado con los antecedentes de todos y cada uno de los sentenciados, y luego dijo "Todos estos, con una sola excepción, son unos pobres muertos de hambre y van a quedar libres mañana mismo por las gestiones de la honorable masonería que usted encabeza, pero ese sujeto que se llama Jesús Silva Herzog también mañana mismo será fusilado; aquí sus antecedentes, y obregón leyó:

"Jesús Silva Herzog, estudiante muy aventajado del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, encabezador de los estudiantes felicistas en la manifestación que en esta ciudad se celebró por la reacción encabezada por los curros de la Lonja y el clero, para festejar los asesinatos de Madero y Pino Suárez. Después fue huertista furibundo, y recibía ayuda económica del ex general federal Francisco Romero, que fue gobernador y comandante militar en este estado, es hijo de un ferrocarrilero y,por lo tanto, estaba obligado a identificarse con las clases trabajadoras, pero desgraciadamente también es hijo de una judía austriaca, la señora Herzog, adoradora de Porfirio Díaz y denigradora de la Revolución."

Samuel y yo nos miramos sorprendidos pues conocíamos a Silva Herzog y a su mamá que nos parecía buena mujer y nos quedamos admirados de que Obregón supiera todos aquellos detalles de un individuo que, si era conocido en la ciudad de San Luis Potosí, de todas maneras lo conceptuábamos insignificante.

"Mi general, sus órdenes serán cumplidas, pero no estrictamente cumplidas sino cumplidas con mucho gusto --dijo el general Gavira--- pues estos curros siempre han llevado la de ganar y cuando les toca perder, se valen ellos y sus familiares de mil argucias para no sufrir el castigo que el pueblo les tiene reservado desde hace muchos años".

Salas, el español, y los demás no se arredraron y discutieron con el general Obregón. El Manco, que ya tenía lo suyo, les dijo: "Bueno, pues son ustedes los causantes de que no se haga justicia en este curro reaccionario, pero sólo lo hago por el gran respeto que me merece la masonería y los verdaderos y sinceros masones".

Así salvó la vida este señor Silva Herzog, que ahora resulta más revolucionario que Aquiles Serdán.

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